Este artículo fue escrito para la revista En Exclusiva de Banco General, en la cual fue publicado en noviembre de 2014.
Bienvenidos a la India, una tierra de contrastes en que palacios, tigres y una cultura milenaria están rodeados de un desconcierto sinigual. Aterricé en Nueva Delhi la noche del 4 de abril del año en curso. Si bien había visitado la India diez años antes, llegué con tantas expectativas como la primera vez. Poco antes de partir había leído que en abril se celebrarían las elecciones generales de este país, que con sus más de 1,200 millones de habitantes, constituye la democracia más numerosa del mundo. Para lograr que la mayoría de la población pueda votar de manera organizada, el sufragio allá no se lleva a cabo en un día sino en nueve fases que transcurren a lo largo de más de un mes. Así, entre el 7 de abril y el 12 de mayo de 2014, la India fue anfitriona de las elecciones más grandes de la historia mundial, en las cuales el opositor Narendra Modi fue elegido Primer Ministro de este sistema parlamentario. En Delhi vivimos con creces el ambiente electoral. Pancartas, comentarios y más conmoción de lo normal se unían a los cientos de animales, olores, carros, motos, ruidos y multitudes que conviven ahí a diario, acentuando así la atmósfera de caos que, ante la percepción de los turistas, reina en las grandes ciudades de la India. Si bien este ambiente puede ser abrumador y da la sensación de que en cada esquina está a punto de ocurrir un trágico accidente, al final toda esa energía fluye de una u otra manera y, a la vez, le da un encanto único a la India. Aprovechamos nuestra estadía en la ciudad capital para pasear por las calles de la Vieja Delhi en uno de los famosos “rickshaws” o “tuk-tuks”, mototaxis con techo y asiento trasero que se utilizan como medio de transporte común en este y otros países asiáticos. Entre mosquitos, calor y muchos mendigos, visitamos la hermosa mezquita Jama Masjid, la más grande del país, y el Fuerte Rojo, el cual se extiende por más de dos kilómetros y fue construido en 1638 para proteger al Imperio mogol de posibles invasores. En otras partes de la ciudad visitamos la tumba de Humayun, una de las obras arquitectónicas que sirvió de inspiración para el diseño del Taj Mahal, y la Puerta de la India, monumento conmemorativo a los soldados de este país que perdieron sus vidas en la Segunda Guerra Mundial. A través de nuestro recorrido por estas y otras obras, tuvimos la oportunidad de repasar la historia de esta cultura milenaria, cuyos albores datan cerca del año 3300 a. C., cuando surgió la civilización del valle del Indo, a orillas del río homónimo. Luego siguió el periodo védico, en el cual se escribieron los Vedas, o textos más antiguos de la literatura de la India. Estos textos fueron la base de la religión védica, antecesora de la religión hinduista, a la cual más del 80% de la población del país es fiel hoy en día. Esto representa más de mil millones de creyentes, lo cual convierte al hinduismo en la tercera religión más popular del mundo, después del cristianismo y el islam. Del largo periodo clásico (entre los siglos 3 a. C. y 13 d. C.) cabe destacar al Imperio Gupta, el cual unió a casi todo el subcontinente indio y gobernó durante su Era Dorada. Este imperio se caracterizó por traer paz y prosperidad, lo cual a su vez permitió e impulsó importantes avances en la ciencia, el arte, la literatura, la religión y la filosofía, entre muchos otros campos. Incluso elementos muy relevantes de nuestras vidas de hoy en día (casi dos mil años más tarde), como lo son el número cero y el juego de ajedrez, se inventaron en la India durante esta época. Lógicamente, estos y otros inventos y conceptos de la cultura india se esparcieron por toda Asia en este periodo. Los siglos que siguieron vieron a muchos imperios surgir y caer, incluyendo al mogol. Desde finales del siglo dieciocho, la India estuvo bajo mando británico hasta 1947, cuando finalmente logró su independencia y nació oficialmente como república. De Delhi manejamos durante tres horas por una nueva autopista hasta llegar a Agra, epítome de contrastes, pues gran parte de su población vive en condiciones paupérrimas a pesar de estar en la sede del majestuoso Taj Mahal. Este conjunto de edificios fue construido por instrucciones del emperador mogol Shah Jahan, quien estaba muy afectado tras la muerte de su esposa y quería rendirle homenaje de la manera más espléndida posible. Dada la prosperidad de la época, y basándose en obras arquitectónicas de estilo islámico, persa, indio y turco, ordenó la construcción de este complejo. Su edificio más notorio es el mausoleo de piedra blanca en el que yacen las tumbas del emperador y de su esposa, y el cual tardó 12 años (de 1632 a 1648) en completarse. Hasta la actualidad, el Taj Mahal es considerado un símbolo de amor a nivel mundial y uno de los principales atractivos turísticos de la India. Para completar el “triángulo dorado”, como se le conoce al conjunto de Delhi, Agra y Jaipur, solo nos faltó esta última, la cual ya había visitado en mi viaje anterior a la India. A Jaipur, ubicada en el estado de Rayastán, también se le conoce como la “ciudad rosada” pues la mayoría de sus edificios son de este distintivo color. Ahí se destacan múltiples palacios y fuertes, además del Museo Albert Hall y el parque Elefantastic, donde es posible convivir con elefantes. En el mismo estado se encuentra la mágica Udaipur, también conocida como la “ciudad de los lagos” o la “Venecia del este” por los múltiples y espectaculares cuerpos de agua que la bordean. En el 2004, también en Rayastán, visité el Parque Nacional Ranthambore, uno de los más grandes de esta nación, conocido por su población nativa de tigres. Ahí es posible hacer safaris para ver a estos imponentes animales en su hábitat natural. Los tigres están en peligro de extinción y en este parque viven alrededor de 60 de los pocos más de 2,000 de su especie que quedan en el mundo. En el norte de la India vale la pena visitar los pueblos montañosos desde los cuales se aprecia la cordillera del Himalaya. Al oeste visitamos la ciudad costera de Mumbai, la más poblada y rica del país y su capital financiera, comercial y de entretenimiento. Mumbai es la sede de las casas matrices de muchas entidades financieras y empresas multinacionales, así como de Bollywood y toda la industria televisiva y cinematográfica del país. Otra ciudad clave, localizada más hacia el sur, es Bangalore (Bengaluru). A esta se le conoce como el “Silicon Valley de la India” por su rol como mayor exportadora de servicios de tecnología e informática y sede de las principales empresas de esta industria, la cual a su vez es una de las ventajas competitivas más cruciales que tiene el país respecto de la economía global. El estado de Goa, también al oeste, es famoso por sus playas y resorts. La India tiene de todo que ofrecer en términos de turismo: historia larga, cultura densa, arquitectura única, ciudades grandes y belleza natural. Sin embargo, todos estos atributos contrastan palpablemente, tanto en sitios urbanos como rurales, con una pobreza abismal y masiva, un tránsito anárquico y bullicioso, y un ambiente de caos pleno. Con la décima economía más grande del mundo y la segunda población más numerosa, tiene su trampolín hacia la prosperidad –pero a la vez parece estar atada a un yunque que le impide saltar. Los mismos activos que la estimulan exacerban en ella los retos típicos de países subdesarrollados: como la corrupción, la malnutrición, el analfabetismo y la densidad. La esperanza de la India recae entonces en sus futuras generaciones. Se espera que para el año 2020 se convierta en el país más joven del mundo, con una edad media de 29 años. Esto le daría a la India el mayor mercado de consumidores y la fuerza laboral más numerosa del mundo, dos atributos que harían al país incluso más competitivo y atractivo para la inversión extranjera y que podrían ayudar a impulsarlo a alcanzar el desarrollo que tanto anhela. Datos adicionales: ¿Cómo llegar? o Desde Panamá, es posible llegar a la India tomando tan solo 2 vuelos. Algunas escalas posibles son Newark o Ámsterdam. ¿Se requiere visa? o Sí, los panameños necesitan visa para ir a la India. Es posible obtenerla en la Embajada de la India en la Ciudad de Panamá. Para investigar los requisitos, puede visitar su website: http://www.indempan.org/ ¿Dónde hospedarse? o Para información sobre hoteles, trenes, tours o paquetes, visite el website oficial de turismo de la India: http://www.incredibleindia.org/en/ ¿Qué otros países visitar cerca de la India? o Nepal para ver el Monte Everest o Sri Lanka para adentrarse aún más en la cultura del sur asiático. o Las Maldivas para ir a la playa ¿Otros consejos? o Al llegar, sea precavido con la comida. Son tantos los turistas que sufren de malestares estomacales al llegar a la India, que al síndrome ya se le conoce como “Delhi Belly”.
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Este artículo fue escrito para la revista En Exclusiva de Banco General, en la cual fue publicado en junio de 2008.
A sólo días de la inauguración oficial de las Olimpiadas de 2008, y a pesar del meticuloso escudriño del público, China sigue intentando alistarse para que, al abrirle sus puertas a la comunidad internacional en agosto, quede demostrado que el país detrás de ellas ya pertenece al primer mundo. Desde su nacimiento como civilización hace más de seis milenios, la China ha ocupado una gran parte del este de Asia. Tras una larga historia de dinastías, conquistas y derrotas, el territorio de China es considerado hoy en día el cuarto más extenso del mundo y, con sus más de mil trescientos millones de habitantes, el más poblado. Aunque el Partido Comunista ha estado gobernando desde 1949, en 1978 se implementaron varias reformas económicas que le han permitido a la economía de China tener el índice de crecimiento más rápido durante más de veinticinco años consecutivos, y ser la cuarta más poderosa a nivel mundial en la actualidad. Gracias a este desarrollo tan veloz y masivo, en las últimas décadas el país ha recibido mucha atención de parte de la comunidad internacional. Sin embargo, hasta hace unos años, el Gobierno chino aún sentía que necesitaba demostrarle al mundo que semejante crecimiento no implicaba falta de estabilidad en su sociedad, sino más bien lo contrario. La única manera de lograrlo sería atrayendo a miles de personas a presenciar con sus propios ojos lo que el país había logrado. Un evento como las Olimpiadas sería la oportunidad perfecta para alcanzar este objetivo. Mas conseguir la aprobación del Comité Olímpico Internacional no es tarea fácil. En 1993, cuando éste escogía la sede para los juegos que se celebrarían en el año 2000, China nominó a Beijing, su ciudad capital, como posible anfitriona. Sin embargo, en la última ronda del proceso de selección, Sydney la derrotó. Los chinos esperaron con paciencia, y en julio de 2001 Beijing fue escogida sede oficial para los XXIX Juegos Olímpicos, que tendrán lugar en agosto del presente año. Prepararse para ser anfitrión de este evento de tan grande magnitud puede ser un proceso largo, costoso y complicado, y los chinos entendían que no tenían tiempo que perder. Los cambios más evidentes en los que el país tendría que incurrir estaban relacionados con la infraestructura, ya que no había suficientes estadios con las especificaciones requeridas, ni lugares de alojamiento cerca de ellos, para los más de quinientos mil espectadores internacionales que se espera visiten China para los juegos. Para mayo de 2007, la construcción de los treinta y siete recintos deportivos relacionados con las Olimpiadas había comenzado. De éstos, treinta y uno están en Beijing, y seis en otras ciudades de China. También ha sido necesario construir cincuenta y nueve centros de entretenimiento, así como parques, hoteles, y otros edificios para hacer de la estadía de los visitantes y atletas la más cómoda posible. Sin embargo, los preparativos de un país para ser sede Olímpica van mucho más allá de construcciones y medidas de seguridad. Los habitantes también tienen que estar listos para recibir al mundo, y demostrarle que su país tiene sitios con una riqueza cultural inigualable, donde se convive de una manera civilizada. En el caso de China, preparar a una población multitudinaria con una cultura tan diferente a la occidental, ha presentado grandes retos. Las tradiciones de este pueblo abarcan prácticas que el turista promedio podría hallar ofensivas, y que seguramente desalentarían sus deseos de visitar la China. Algunos ejemplos incluyen las costumbres de comer sin camisa, incluso en restaurantes; de no utilizar inodoros sino letrinas, y no proveer papel higiénico en los baños públicos; o de nunca dar paso a los peatones que quieren cruzar la calle. En el mundo globalizado de hoy día, la cultura del oeste ha acaparado el estilo de vida de personas, países y regiones enteras, por lo cual prácticas como éstas a menudo se consideran rudimentarias. ¿Cómo lograr que el comportamiento típico de sus habitantes no le diera al mundo la impresión de una China desordenada y hasta un poco barbárica? Corregir los hábitos de los ciudadanos que llevan varias décadas practicándolos sin mayores consecuencias sería una misión casi imposible. El enfoque habría que tornarlo entonces hacia los jóvenes, cuyas rutinas aún estaban en formación, y quienes, para el 2008, podrían comportarse como ciudadanos de primer mundo, juzgando bajo los criterios de la cultura occidental. Durante los meses que pasé el año pasado aprendiendo mandarín en la Universidad Normal de Beijing, tuve la oportunidad de interactuar con muchos jóvenes que han sido parte de este proceso, al que ellos llaman 西方化 (XīFāngHuà), mejor traducido como occidentalización. Sería injusto atribuirle el éxito de la transición únicamente a los esfuerzos conscientes del gobierno para preparar a su pueblo para recibir las Olimpiadas. Después de todo, es un fenómeno presente en la mayoría de los países en vía de desarrollo. Sin embargo, las ansias de aprovechar la oportunidad tan única que se le presenta a la China para enseñarle al mundo capitalista lo que ha logrado con el particular sistema económico que la rige, ha inspirado en su juventud un deseo de sumergirse hasta lo más profundo de la cultura occidental. Las repercusiones de este deseo se hacen evidentes tanto en detalles de la vida diaria como su manera de vestir, sus preferencias de entretenimiento y sus costumbres sanitarias, como en la adopción de nuevas políticas gubernamentales, tales como cambios en ciertos reglamentos de tránsito, anuncios de incentivos para aprender inglés, entre otros. Durante el transcurso de toda esta preparación también han surgido otros obstáculos, al menos dos de los cuales China aún no ha podido sobrepasar totalmente, y que indudablemente ponen en riesgo que su trabajo como anfitriona de las Olimpiadas rinda los éxitos previstos. El primero de estos problemas, aún enfatizado frecuentemente por muchas organizaciones internacionales, está relacionado con la cantidad de violaciones a los derechos humanos que ocurren en China a diario. La estricta censura de los medios de comunicación; la persecución de grupos religiosos y espirituales; el abuso de su dominio sobre la región del Tíbet, y la supresión y encarcelamiento de activistas en contra de todas estas violaciones, muestran sólo algunos ejemplos de las infracciones de las cuales el país es acusado. A pesar de las promesas del gobierno de mejorar la situación al aceptar ser sede Olímpica, el público general no parece creer que China haya hecho suficiente. La segunda objeción es acerca de la contaminación, puesto que el aire de Beijing es uno de los más sucios del mundo. Para resolver este problema, el gobierno adoptó varias medidas dentro de la ciudad, principalmente relacionadas al control del tráfico. Aunque el Comité Olímpico indica que los resultados de las mismas han sido positivos, muchas delegaciones temen que la polución afecte el desempeño de sus atletas, y por esto han decidido postergar lo más posible sus fechas de llegada a Beijing. Los chinos creen que su ardua preparación se hará evidente con el éxito del evento, pues confían en que la suerte está de su lado. Las Olimpiadas están programadas para comenzar el día 8 del mes 08 del año 2008 a las 8:08:08 p.m., hora de Beijing. Para ellos, hay pocas cosas tan importantes como los números, y ningún número trae más suerte que el ocho. El carácter o ideograma que lo representa, , y que en mandarín se pronuncia bā, rima perfecto con el carácter , pronunciado fā, y presente en la palabra (fācái), que significa riqueza. En agosto, los espectadores de este evento juzgarán con sus comentarios si la combinación de los esfuerzos del gobierno y de las nuevas generaciones, junto con un toque de suerte, fueron suficientes para que China impresionara al mundo como tiene intenciones de hacerlo, sin que algunos hábitos tradicionales de una parte de su población distorsionen las imágenes positivas que de otra forma pudieran llevarse los visitantes. Datos curiosos:
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